En 1967, el investigador Rudolf Bilz, realizó un experimento con ratas para estudiar qué ocurría en una situación de indefensión y desesperanza.
Quizás hoy en día no se vea este experimento muy ético, y desde luego se puede considerar cruel. Pero del comportamiento animal en un laboratorio se han llegado a aprender muchas cosas relativas al comportamiento humano. Estos aprendizajes, han servido para establecer normas y patrones de conducta y sus respectivos modelos teóricos.
Actualmente, el Código Deontológico de la Psicología en España, establece que se ha de garantizar la salud y la comodidad de los animales durante su alojamiento en el laboratorio.
En el experimento, Bilz eligió un grupo de ratas y las introdujo en una cubeta llena de agua. La cubeta tenía las paredes lisas, de forma que a las ratas les era imposible trepar o realizar cualquier acción para salir de allí. Los pobres animales nadaban y luchaban por salvar su vida hasta que, llegando al límite de sus fuerzas, se abandonaban a su triste destino y se ahogaban. Bilz midió el tiempo que tardaban las ratas en ahogarse, estimando que el fatal desenlace ocurría en aproximadamente unos 30 minutos.
Continuando con el experimento, se le ocurrió introducir una variable. Del segundo grupo de ratas que introdujo en la cubeta, en las mismas circunstancias que el primero, sacó unas cuantas elegidas al azar en el momento en que dedujo que estaban al límite de sus fuerzas. A este subgrupo de ratas rescatadas, las secó, les dio de comer de forma abundante y las introdujo en una jaula limpia y confortable.
Cuando las ratas se sentían seguras, volvió a introducirlas en la cubeta y descubrió que su resistencia aumentó de forma considerable y en comparación con sus compañeras que no habían disfrutado de estos cuidados.
Bilz llamó a este experimento “el experimento de la esperanza”, porque estimó que cuando las ratas sintieron que de alguna manera tenían posibilidad de escapar y recibir ayuda, resistían más la nefasta situación manteniendo la esperanza de escapar.
Cuando una persona se encuentra en un estado de depresión, o cuando simplemente se ve inmersa en una situación difícil de resolver y se siente bloqueada o sobrepasada, puede llegar a sentir que se va a “ahogar”.
Pero saber que existe una salida, una solución o alguien que nos puede echar una mano en un momento determinado, aporta un sentimiento primordial para no dejarse hundir: ESPERANZA.
Esta esperanza es la que impulsa a seguir luchando a pesar de las contrariedades, porque las situaciones cambian, y siempre hay una alternativa:
APRENDER A FLOTAR